domingo, 6 de mayo de 2018

VIDA Y OBRA DE MIGUEL DELIBES



Nació en Valladolid, 1920-2010. Estudió Comercio y Derecho y fue Catedrático en la Escuela de Comercio de su ciudad natal. Paralelamente, ejerce el periodismo en “El Norte de Castilla”, diario del que llegó a ser director. La docencia y el periodismo no  han frenado su trayectoria como novelista, ya que es uno de los mejores de nuestras letras y su fama es internacional. Fue académico de la Lengua desde 1974 hasta su muerte.


Ideológicamente se sitúa en un humanismo cristiano, democrático y comprometido con su tiempo. Es muy crítico con la sociedad burguesa y con un falso progreso que deshumaniza a las personas y esquilma los recursos naturales hasta agotarlos. Habría que añadir también su simpatía por las gentes sencillas, entre las que halla nobles ejemplos de dignidad humana.

SUS VALORES COMO NOVELISTA

De acuerdo con lo dicho en el párrafo anterior, los dos ejes de su obra novelística son el mundo burgués y el mundo rural. Su capacidad para describir tipos y ambientes de estos dos mundos es extraordinaria. Y es excepcional su dominio del idioma, que le permite abarcar registros muy variados, pero, sobre todo, habría que destacar la autenticidad y la riqueza del habla de los campesinos castellanos que aparecen en sus novelas.

SU TRAYECTORIA

Se dio a conocer al ganar el premio Nadal de 1947 con “La sombra del ciprés es alargada”, novela de inquietudes existenciales y religiosas propias del momento.

En esta su primera novela, Delibes inaugura su carrera literaria con dos de las que luego serán sus constantes narrativas: la infancia y la muerte.
Pedro, protagonista y narrador de esta historia, queda huérfano y es confiado a un profesor y tutor, el señor Lesmes, cuya filosofía de la vida se cifra en desconfiar y desligarse de los sentimientos y de los afectos, para no verse expuesto a perder un día lo que se ama. Es lo que le pasa al niño Pedro, a quien la muerte le arrebata primero a su íntimo amigo, Alfredo, y luego a la mujer de la que se ha enamorado. La muerte, personificada en la sombra del ciprés, "que corta como un cuchillo", se enseñorea de toda la historia y del ánimo de los personajes.

Pero ya en 1950, con “El camino”, aborda con realismo el mundo rural. Daniel, el muchacho protagonista de esta novela, está  a punto de dejar el pueblo para ingresar interno en un colegio, y recuerda cómo ha sido la vida en su aldea y la interpreta desde la mentalidad de sus once años.

Daniel el Mochuelo intuye a sus once años que su camino está en la aldea, junto a sus amigos, sus gentes y sus pájaros. Pero su padre quiere que vaya a la ciudad a estudiar el Bachillerato. A lo largo de la noche que precede a la partida, Daniel, insomne, con un nudo en la garganta, evocará sus correrías con sus amigos -Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso- a través de los campos, descubriendo el cielo y la tierra, y revivirá las andanzas de la gente sencilla de la aldea.
 La simpatía humana con que esa mirada infantil nos introduce en el pueblo, haciéndonos conocer toda una impresionante galería de tipos y la fuerza con que a través de rasgos frecuentemente caricaturescos se nos presentan siempre netos y vivos es uno de los grandes aciertos de esta novela. Feliz evocación de un tiempo cuyo encanto y fascinación advertimos cuando ya se nos ha escapado entre los dedos. “El camino” es, por su amalgama de nitidez realista, humor sutil, nostalgia contenida e irisación poética no sólo una de las mejores novelas de Miguel Delibes, sino también, como señalara la crítica, "una de las obras maestras de la narrativa contemporánea".

En 1955 publicará “Diario de un cazador”, novela que destaca por lo entrañable de su modesto protagonista y, sobre todo, por la captación de la Naturaleza y del habla popular.

Las ratas”, una de sus obras maestras, aparece en 1962. Se trata de un impresionante cuadro de la vida de un pueblo castellano, con sus miserias y su dureza. Testigo de todo ello es el Nini, un chiquillo poseedor de una extraña sabiduría sobre la Naturaleza y que vive con su tío, dedicado a la caza de ratas, mísero alimento. En esta novela Delibes se muestra como un autor crítico, coincidiendo con el enfoque social que tienen las novelas de esos años, y su estilo combina la crudeza realista y el tono poemático.

Con su habitual tono realista y sin concesiones, el autor traza un retrato austero y preciso de la España negra de los sesenta. Visión trágica y dura de un pueblo castellano, reflejo de una Castilla que rezuma grandeza en su misma miseria. El medio geográfico y social parece determinar de modo decisivo el ser y el existir de sus criaturas; el destino parece jugar con esos personajes, pobres lugareños aferrados al terruño, vivos y elementales, que defienden rabiosamente su libertad y constituyen un retablo de cruda y palpitante humanidad. Entre ellos surge poderosa la figura del Ratero, y sobre todo la del Nini, niño que vive sufriendo e intenta rebelarse contra la sordidez que le rodea; pero su rebeldía es callada, dulce, sin vanidad, y le levanta a la altura de símbolo: el bien contra el mal, el candor contra la astucia. El tío Ratero, hombre hosco y agresivo, y el Nini, un niño que no ha conocido otra cosa que la miseria y la aridez de la tierra reseca, malviven en una cueva en lo más recóndito de la Castilla rural. Se ganan la vida cazando ratas, vendiéndolas por cuatro perras: corren malos tiempos para los trabajadores del campo. Lentamente, el tío Ratero va dejándose consumir por la mezquindad y la pobreza, y pronto se verá abocado a la tragedia, una tragedia que ni la inocencia del Nini podrá evitar.  Esta novela ganó el Premio de la Crítica en 1962.

Las costumbres y la mentalidad de la burguesía provinciana se tratan en obras como “Mi idolatrado hijo Sisí” (1953) y “Cinco horas con Mario” (1966).

Una mujer acaba de perder a su marido y vela el cadáver durante la noche. Sobre la mesilla hay un libro -la Biblia- que la esposa hojea. Va leyendo los párrafos subrayados por el hombre que se ha ido para siempre. Una oleada de recuerdos le viene a la mente y empieza un lento, desordenado monólogo en el que la vida pugna para hacerse real otra vez. La pobre vida llena de errores y torpezas, de pequeños goces e incomprensiones. ¿Ha conocido Carmen alguna vez a Mario? Escuchemos el irritante discurrir de la pequeña y estrecha mentalidad de la esposa. Otro hombre irá poco a poco descubriéndose, para todos menos para ella, con toda su desesperanza y su fe en la vida. Cinco horas con Mario es una novela de gran penetración psicológica que, a través de un alma femenina puesta al descubierto, llega hasta el fondo de la sociedad española de nuestro tiempo. Sólo un escritor de la categoría de Miguel Delibes podía enfrentarse con este difícil tema y resolverlo tan brillantemente. El autor de  Las Ratas y El Camino ha dejado esta vez los ambientes rurales y los niños para penetrar más profundamente en el corazón humano. Todo el drama de dos vidas en un monólogo de cinco horas, en una última noche -por fin- reveladora de Carmen y Mario.
 En esta última, Delibes demuestra su capacidad de incorporar nuevas técnicas, ya que la obra es un largo monólogo de una mujer, Menchu, que, mientras vela a su marido muerto, va hilvanando pensamientos y recuerdos muy variados: sus deseos de una vida confortable, sus reproches a la austeridad de su marido y su incomprensión ante las inquietudes sociales de éste, nos revelan la mentalidad tradicional de Menchu. Y de paso, nos da un ejemplo magistral de reproducción del habla familiar a lo largo de la novela.

Aún más experimentalista sería “Parábola de un náufrago” (1969), relato simbólico que nos hace pensar en Kafka, se trata de una alucinante “parábola” de la alienación del ser humano en la sociedad capitalista, escrita con una curiosa combinación de estilos.

Como si se tratara de la transcripción puntual de una pesadilla, Delibes nos narra la vida, "naufragio" y aborregamiento final de Jacinto San José.
Recluido en un Refugio de Recuperación de Don Abdón S.L., símbolo del poder autocrático y paternalista -"Don Abdón es el padre más madre de todos los padres"-, Jacinto San José, calígrafo ejemplar y sumador de sumandos, se ve, no obstante, sometido a una cura rigurosa por marearse al trazar los ceros -que confunde, además, con las oes-, por inventar y promover el movimiento "Por la mudez a la Paz" y su correspondiente idioma "contracto"; y por compadecerse de la degradación "perruna" de su amigo Genaro Martín.
La novela, además de una dura crítica de los regímenes totalitarios, sean del signo que sean, contiene también una sátira formal hacia las teorías de la destrucción del lenguaje, imperantes en el momento en que se publica la novela y que Delibes recrea no sólo con el inefable idioma inventado por el protagonista, sino en la propia puntuación y sintaxis del arranque de la novela y de dispersos y fugaces momentos de la misma.
No cabe duda de que "Parábola del náufrago" se trata de un experimento literario y que constituye un caso atípico y aislado en la narrativa delibeana.

En “El disputado voto del señor Cayo” (1978) aborda el tema del abandono del campo. La acción transcurre en uno de los muchos pueblos prácticamente vacíos y en ruinas del norte de Castilla, donde llega un grupo de jóvenes de uno de los partidos políticos para hacer propaganda electoral. Les recibe el señor Cayo, uno de los dos vecinos que quedan en el pueblo. La obra pone en evidencia la existencia de dos culturas que se ignoran: una, simbolizada por el señor Cayo,  que desaparece poco a poco y que va siendo sustituida por otra, ruidosa, tópica y masificada, la de los jóvenes.

En esta obra, Delibes aborda un tema de palpitante actualidad que es al propio tiempo una de las grandes tragedias de nuestro tiempo: el abandono del campo. La acción transcurre en uno de los muchos pueblos prácticamente vacíos y en ruinas del norte de Castilla, donde llega un grupo de jóvenes de uno de los partidos políticos a hacer propaganda electoral. Les recibe el señor Cayo, uno de los vecinos que quedan en el pueblo. Su vida es casi robinsoniana, su hablar reposado, lleno de una ancestral sabiduría que infunde un sentido humano a su pequeña vida rural que va desvaneciéndose. El lenguaje crudo y desenfadado de los jóvenes que le visitan, cultos a veces, inconscientes e ignorantes otras, es el contrapunto necesario para poner en evidencia dos culturas que se ignoran. Una que desaparece poco a poco sustituida por otra ruidosa, tópica y masificada. Estos dos mundos tan dispares sirven a Delibes para construir una pequeña sátira.

También forma parte de la novelas de ambiente rural  “Los santos inocentes” (1981). En esta ocasión nos lleva al mundo de los grandes latifundios extremeños y en particular a un cortijo donde se dan cita el egoísmo de los señores (casi nobles feudales en la posguerra) y la miseria de los braceros y criados (auténticos siervos). Tal vez el personaje más entrañable sea Azarías, un retrasado mental que, ya viejo, es despedido del cortijo donde trabajaba y se va a vivir al cortijo donde sirve su hermana, la Régula. Allí su tarea favorita es cuidar de la “milana”, una graja a la que da ese nombre en recuerdo de un búho que tuvo en otro tiempo. Cada capítulo de esta novela viene a ser como una sola frase -no hay puntos- en la que se insertan los diálogos con una disposición tipográfica original.

La última novela de Delibes, hasta ahora, es "El hereje" (1998), un hermosísimo canto por la tolerancia y la libertad de conciencia que nos hace recordar los planteamientos de su primera novela. Aquí, a través de las peripecias vitales y espirituales del protagonista, Cipriano Salcedo, Delibes nos dibuja con mano maestra un retrato del Valladolid de la época de Carlos V, de sus gentes, de sus costumbres y sus paisajes. Pero, principalmente, la obra indaga en las relaciones humanas: es la historia de hombres y mujeres en lucha consigo mismos y con el mundo sórdido, dogmático y cruel en que les ha tocado vivir. No muy diferente, por cierto, del nuestro. EL HEREJE

En el año 1517, Martín Lutero fija sus noventa y cinco tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg, un acontecimiento que provocará el cisma de la Iglesia Romana de Occidente. Ese mismo año nace en la villa de Valladolid el hijo de don Bernardo Salcedo y doña Catalina Bustamante, al que bautizarán con el nombre de Cipriano. En un momento de agitación política y religiosa, esta mera coincidencia de fechas marcará fatalmente su destino.
Huérfano desde su nacimiento y falto del amor del padre, Cipriano contará, sin embargo, con el afecto de su nodriza Minervina, una relación que le será arrebatada y que perseguirá el resto de su vida. Convertido en próspero comerciante, se pondrá en contacto con las corrientes protestantes que, de manera clandestina, empezaban a introducirse en la Península. Pero la difusión de este movimiento será cortado progresivamente por el Santo Oficio. A través de las peripecias vitales y espirituales de Cipriano Salcedo, Delibes dibuja con mano maestra un vivísimo retrato del Valladolid de la época de Carlos V, de sus gentes, sus costumbres y sus paisajes. Pero El hereje es sobre todo una indagación sobre las relaciones humanas en todos sus aspectos. Es la historia de unos hombres y mujeres de carne y hueso en lucha consigo mismos y con el mundo que les ha tocado vivir.

Un canto apasionado por la tolerancia y la libertad de conciencia, una novela inolvidable sobre las pasiones humanas y los resortes que las mueven.

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