Nació en Valladolid, 1920-2010.
Estudió Comercio y Derecho y fue Catedrático en la Escuela de Comercio de su
ciudad natal. Paralelamente, ejerce el periodismo en “El Norte de Castilla”,
diario del que llegó a ser director. La docencia y el periodismo no han frenado su trayectoria como novelista, ya
que es uno de los mejores de nuestras letras y su fama es internacional. Fue académico de la Lengua desde 1974 hasta su muerte.
Ideológicamente se sitúa en un
humanismo cristiano, democrático y comprometido con su tiempo. Es muy crítico
con la sociedad burguesa y con un falso progreso que deshumaniza a las personas
y esquilma los recursos naturales hasta agotarlos. Habría que añadir también su
simpatía por las gentes sencillas, entre las que halla nobles ejemplos de
dignidad humana.
SUS VALORES COMO NOVELISTA
De acuerdo con lo dicho en el
párrafo anterior, los dos ejes de su obra novelística son el mundo burgués y el
mundo rural. Su capacidad para describir tipos y ambientes de estos dos mundos
es extraordinaria. Y es excepcional su dominio del idioma, que le permite
abarcar registros muy variados, pero, sobre todo, habría que destacar la
autenticidad y la riqueza del habla de los campesinos castellanos que aparecen
en sus novelas.
SU TRAYECTORIA
Se dio a conocer al ganar el
premio Nadal de 1947 con “La sombra
del ciprés es alargada”, novela de inquietudes existenciales y
religiosas propias del momento.
En
esta su primera novela, Delibes inaugura su carrera literaria con dos de las
que luego serán sus constantes narrativas: la infancia y la muerte.
Pedro,
protagonista y narrador de esta historia, queda huérfano y es confiado a un profesor y tutor, el señor Lesmes, cuya filosofía de la vida se
cifra en desconfiar y desligarse de los sentimientos y de los afectos, para no
verse expuesto a perder un día lo que se ama. Es lo que le pasa al niño Pedro,
a quien la muerte le arrebata primero a su íntimo amigo, Alfredo, y luego a la
mujer de la que se ha enamorado. La muerte, personificada en la sombra del ciprés,
"que corta como un cuchillo", se enseñorea de toda la historia y del
ánimo de los personajes.
Pero ya en 1950, con “El camino”, aborda con realismo
el mundo rural. Daniel, el muchacho protagonista de esta novela, está a punto de dejar el pueblo para ingresar
interno en un colegio, y recuerda cómo ha sido la vida en su aldea y la
interpreta desde la mentalidad de sus once años.
Daniel
el Mochuelo intuye a sus once años que su camino está en la aldea, junto a sus
amigos, sus gentes y sus pájaros. Pero su padre quiere que vaya a la ciudad a
estudiar el Bachillerato. A lo largo de la noche que precede a la partida,
Daniel, insomne, con un nudo en la garganta, evocará sus correrías con sus
amigos -Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso- a través de los campos,
descubriendo el cielo y la tierra, y revivirá las andanzas de la gente sencilla
de la aldea.
La simpatía humana con que esa mirada infantil
nos introduce en el pueblo, haciéndonos conocer toda una impresionante galería
de tipos y la fuerza con que a través de rasgos frecuentemente caricaturescos
se nos presentan siempre netos y vivos es uno de los grandes aciertos de esta
novela. Feliz evocación de un tiempo cuyo encanto y fascinación advertimos
cuando ya se nos ha escapado entre los dedos. “El camino” es, por su amalgama de nitidez realista, humor
sutil, nostalgia contenida e irisación poética no sólo una de las mejores
novelas de Miguel Delibes, sino también, como señalara la crítica, "una de
las obras maestras de la narrativa contemporánea".
En 1955 publicará “Diario de un cazador”, novela que
destaca por lo entrañable de su modesto protagonista y, sobre todo, por la
captación de la Naturaleza y del habla popular.
“Las ratas”, una de sus obras maestras, aparece en 1962. Se
trata de un impresionante cuadro de la vida de un pueblo castellano, con sus
miserias y su dureza. Testigo de todo ello es el Nini, un chiquillo poseedor de
una extraña sabiduría sobre la Naturaleza y que vive con su tío, dedicado a la
caza de ratas, mísero alimento. En esta novela Delibes se muestra como un autor
crítico, coincidiendo con el enfoque social que tienen las novelas de esos años,
y su estilo combina la crudeza realista y el tono poemático.
Con
su habitual tono realista y sin concesiones, el autor traza un retrato austero
y preciso de la España negra de los sesenta. Visión trágica y dura de un pueblo
castellano, reflejo de una Castilla que rezuma grandeza en su misma miseria. El
medio geográfico y social parece determinar de modo decisivo el ser y el
existir de sus criaturas; el destino parece jugar con esos personajes, pobres
lugareños aferrados al terruño, vivos y elementales, que defienden rabiosamente
su libertad y constituyen un retablo de cruda y palpitante humanidad. Entre
ellos surge poderosa la figura del Ratero, y sobre todo la del Nini, niño que
vive sufriendo e intenta rebelarse contra la sordidez que le rodea; pero su
rebeldía es callada, dulce, sin vanidad, y le levanta a la altura de símbolo:
el bien contra el mal, el candor contra la astucia. El tío Ratero, hombre hosco
y agresivo, y el Nini, un niño que no ha conocido otra cosa que la miseria y la
aridez de la tierra reseca, malviven en una cueva en lo más recóndito de la
Castilla rural. Se ganan la vida cazando ratas, vendiéndolas por cuatro perras:
corren malos tiempos para los trabajadores del campo. Lentamente, el tío Ratero
va dejándose consumir por la mezquindad y la pobreza, y pronto se verá abocado
a la tragedia, una tragedia que ni la inocencia del Nini podrá evitar. Esta novela ganó el Premio de la Crítica en
1962.
Las costumbres y la mentalidad de
la burguesía provinciana se tratan en obras como “Mi idolatrado hijo Sisí” (1953) y “Cinco horas con Mario” (1966).
Una
mujer acaba de perder a su marido y vela el cadáver durante la noche. Sobre la
mesilla hay un libro -la Biblia- que la esposa hojea. Va leyendo los párrafos
subrayados por el hombre que se ha ido para siempre. Una oleada de recuerdos le
viene a la mente y empieza un lento, desordenado monólogo en el que la vida
pugna para hacerse real otra vez. La pobre vida llena de errores y torpezas, de
pequeños goces e incomprensiones. ¿Ha conocido Carmen alguna vez a Mario?
Escuchemos el irritante discurrir de la pequeña y estrecha mentalidad de la
esposa. Otro hombre irá poco a poco descubriéndose, para todos menos para ella,
con toda su desesperanza y su fe en la vida. Cinco horas con Mario es una
novela de gran penetración psicológica que, a través de un alma femenina puesta
al descubierto, llega hasta el fondo de la sociedad española de nuestro tiempo.
Sólo un escritor de la categoría de Miguel Delibes podía enfrentarse con este
difícil tema y resolverlo tan brillantemente. El autor de Las Ratas y El Camino ha dejado esta vez los
ambientes rurales y los niños para penetrar más profundamente en el corazón
humano. Todo el drama de dos vidas en un monólogo de cinco horas, en una última
noche -por fin- reveladora de Carmen y Mario.
En esta última, Delibes demuestra su capacidad
de incorporar nuevas técnicas, ya que la obra es un largo monólogo de una
mujer, Menchu, que, mientras vela a su marido muerto, va hilvanando
pensamientos y recuerdos muy variados: sus deseos de una vida confortable, sus
reproches a la austeridad de su marido y su incomprensión ante las inquietudes
sociales de éste, nos revelan la mentalidad tradicional de Menchu. Y de paso,
nos da un ejemplo magistral de reproducción del habla familiar a lo largo de la
novela.
Aún más experimentalista sería “Parábola de un náufrago” (1969),
relato simbólico que nos hace pensar en Kafka, se trata de una alucinante
“parábola” de la alienación del ser humano en la sociedad capitalista, escrita
con una curiosa combinación de estilos.
Como
si se tratara de la transcripción puntual de una pesadilla, Delibes nos narra
la vida, "naufragio" y aborregamiento final de Jacinto San José.
Recluido
en un Refugio de Recuperación de Don Abdón S.L., símbolo del poder autocrático
y paternalista -"Don Abdón es el padre más madre de todos los
padres"-, Jacinto San José, calígrafo ejemplar y sumador de sumandos, se ve,
no obstante, sometido a una cura rigurosa por marearse al trazar los ceros -que
confunde, además, con las oes-, por inventar y promover el movimiento "Por
la mudez a la Paz" y su correspondiente idioma "contracto"; y
por compadecerse de la degradación "perruna" de su amigo Genaro
Martín.
La
novela, además de una dura crítica de los regímenes totalitarios, sean del
signo que sean, contiene también una sátira formal hacia las teorías de la
destrucción del lenguaje, imperantes en el momento en que se publica la novela
y que Delibes recrea no sólo con el inefable idioma inventado por el
protagonista, sino en la propia puntuación y sintaxis del arranque de la novela
y de dispersos y fugaces momentos de la misma.
No
cabe duda de que "Parábola del náufrago" se trata de un experimento
literario y que constituye un caso atípico y aislado en la narrativa delibeana.
En “El disputado voto del señor Cayo” (1978) aborda el tema del
abandono del campo. La acción transcurre en uno de los muchos pueblos
prácticamente vacíos y en ruinas del norte de Castilla, donde llega un grupo de
jóvenes de uno de los partidos políticos para hacer propaganda electoral. Les
recibe el señor Cayo, uno de los dos vecinos que quedan en el pueblo. La obra
pone en evidencia la existencia de dos culturas que se ignoran: una,
simbolizada por el señor Cayo, que
desaparece poco a poco y que va siendo sustituida por otra, ruidosa, tópica y
masificada, la de los jóvenes.
En
esta obra, Delibes aborda un tema de palpitante actualidad que es al propio
tiempo una de las grandes tragedias de nuestro tiempo: el abandono del campo.
La acción transcurre en uno de los muchos pueblos prácticamente vacíos y en
ruinas del norte de Castilla, donde llega un grupo de jóvenes de uno de los
partidos políticos a hacer propaganda electoral. Les recibe el señor Cayo, uno
de los vecinos que quedan en el pueblo. Su vida es casi robinsoniana, su hablar
reposado, lleno de una ancestral sabiduría que infunde un sentido humano a su
pequeña vida rural que va desvaneciéndose. El lenguaje crudo y desenfadado de
los jóvenes que le visitan, cultos a veces, inconscientes e ignorantes otras,
es el contrapunto necesario para poner en evidencia dos culturas que se
ignoran. Una que desaparece poco a poco sustituida por otra ruidosa, tópica y
masificada. Estos dos mundos tan dispares sirven a Delibes para construir una
pequeña sátira.
También forma parte de la novelas
de ambiente rural “Los santos inocentes” (1981). En esta ocasión nos lleva al
mundo de los grandes latifundios extremeños y en particular a un cortijo donde
se dan cita el egoísmo de los señores (casi nobles feudales en la posguerra) y
la miseria de los braceros y criados (auténticos siervos). Tal vez el personaje
más entrañable sea Azarías, un retrasado mental que, ya viejo, es despedido del
cortijo donde trabajaba y se va a vivir al cortijo donde sirve su hermana, la
Régula. Allí su tarea favorita es cuidar de la “milana”, una graja a la que da
ese nombre en recuerdo de un búho que tuvo en otro tiempo. Cada capítulo de esta
novela viene a ser como una sola frase -no hay puntos- en la que se insertan
los diálogos con una disposición tipográfica original.
La última novela de Delibes,
hasta ahora, es "El hereje" (1998), un hermosísimo canto por la tolerancia y la
libertad de conciencia que nos hace recordar los planteamientos de su primera
novela. Aquí, a través de las peripecias vitales y espirituales del
protagonista, Cipriano Salcedo, Delibes nos dibuja con mano maestra un retrato
del Valladolid de la época de Carlos V, de sus gentes, de sus costumbres y sus
paisajes. Pero, principalmente, la obra indaga en las relaciones humanas: es la
historia de hombres y mujeres en lucha consigo mismos y con el mundo sórdido,
dogmático y cruel en que les ha tocado vivir. No muy diferente, por cierto, del
nuestro. EL HEREJE
En
el año 1517, Martín Lutero fija sus noventa y cinco tesis contra las
indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg, un acontecimiento que
provocará el cisma de la Iglesia Romana de Occidente. Ese mismo año nace en la
villa de Valladolid el hijo de don Bernardo Salcedo y doña Catalina Bustamante,
al que bautizarán con el nombre de Cipriano. En un momento de agitación
política y religiosa, esta mera coincidencia de fechas marcará fatalmente su
destino.
Huérfano
desde su nacimiento y falto del amor del padre, Cipriano contará, sin embargo,
con el afecto de su nodriza Minervina, una relación que le será arrebatada y
que perseguirá el resto de su vida. Convertido en próspero comerciante, se
pondrá en contacto con las corrientes protestantes que, de manera clandestina,
empezaban a introducirse en la Península. Pero la difusión de este movimiento
será cortado progresivamente por el Santo Oficio. A través de las peripecias
vitales y espirituales de Cipriano Salcedo, Delibes dibuja con mano maestra un
vivísimo retrato del Valladolid de la época de Carlos V, de sus gentes, sus
costumbres y sus paisajes. Pero El hereje es sobre todo una indagación sobre
las relaciones humanas en todos sus aspectos. Es la historia de unos hombres y
mujeres de carne y hueso en lucha consigo mismos y con el mundo que les ha
tocado vivir.
Un
canto apasionado por la tolerancia y la libertad de conciencia, una novela
inolvidable sobre las pasiones humanas y los resortes que las mueven.
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