jueves, 8 de marzo de 2018

BAJARSE AL MORO (fragmento)

(Le da la mano. Doña Antonia se limpia la suya y se la estrecha encantada, sorprendida de los buenos modales de alguien en aquella casa.)
ANTONIA.— ¡Huy! Encantada, hija. Antonia del Campo, calle de la Sal, doce, bajo C. Allí tienes tu casa. ¡Ay, Dios mío! Otra infeliz que cayó en el vicio, con la cara de buena que tienes. ¡En fin! (Se arregla la ropa y coge el bolso.) Bueno, me voy a echar un bingo. A ver si cojo hoy un par de líneas por lo menos. A esta hora es cuando está mejor y más decente. Como está enfrente del mercado, sólo señoras, amas de casa y alguna criada.


CHUSA.— Adiós, doña Antonia, que siga usted bien.
ELENA.— Adiós, y encantada.
ANTONIA.— Y a ver si venís algún sábado a las reuniones, que si cae un rayo allí no os pilla, no. Hala, adiós.
CHUSA.— No se preocupe, que el sábado vamos sin falta los cuatro. Adiós, adiós. (Sale Doña Antonia.) ¡Puf! Menos mal. Si no es por el bingo hoy no nos la quitamos ya de encima.
ELENA.— ¿Y tenemos que ir el sábado a una reunión? ¿Qué reunión?
CHUSA.— Esa es otra. Un sábado nos lió y nos llevó a una reunión de neocatecumenales. Sí, sí: «No estás solo, el Señor te guarda...», y todo eso.
ELENA.— Está peor que mi madre.
CHUSA.— ¿También es neocatecumenal?
ELENA.— Era lo que le faltaba.
CHUSA.— Pues chica, ésta nos ha metido cada rollo con las catequesis que dan y eso... Además, como es para recuperación de marginales a nosotros nos viene al pelo, como ella dice.(Ríen las dos.) Como somos «drogadictos», por cuatro porros, sabes; pero es que para ella todas las drogas son iguales y pecado. Pero el coñac es agua bendita, eso sí.
ELENA.— ¿Y qué hacías allí el día que fuisteis?
CHUSA.— Cantábamos. Cantábamos todos muy serios. (Canta imitando.) «Cuando el Señor dijo Sión... todos nos fuimos al pantano...», o algo así. (Ríen las dos.) Como te coja un día por banda no te vas a reír, no. Es peor que el telediario.
ELENA.— ¿Y el hijo también es neocatecumenal?
CHUSA.— ¿Alberto? ¡Qué dices! Alberto es normal, aunque le veas así vestido de policía, es completamente normal. Bueno, también es que lleva poco tiempo. Es muy guapo, ¿no?
ELENA.— No está mal, aunque así, con esa ropa, no me hago una idea.
CHUSA.— Pues a mí me encanta, chica. Con esa ropa, con cualquier ropa, y sin ropa. Bueno, tenemos que prepararlo bien todo para el viaje. Hay que llevar pocos bultos para que no nos paren e ir bien vestidas. ¿Sólo tienes eso?, ¿no tienes nada que te dé más pinta de mayor?
ELENA.— En casa sí, pero aquí... La falda que tengo en la bolsa, si acaso. (La saca de la bolsa.) Me puedo poner ésta y el jersey marrón. Puedo ir a por más ropa si quieres el fin de semana, que no está mi madre; se va a la sierra.
CHUSA.— ¿El fin de semana? Si nos vamos pasado mañana o al otro como mucho.
ELENA.— ¿Así? ¿Tan pronto?
CHUSA.— Ahora en Semana Santa es mejor. Hay más turistas, más lío, viaja más gente... ¿Te echas atrás?
ELENA.— No, no, sí quiero ir, pero no sé si sabré así tan pronto. Como no me lo has explicado bien, a lo mejor no sé.
CHUSA.— No hay nada que explicar. Vamos, llegamos, lo compramos y volvemos.
ELENA.— ¿Dónde cogemos el tren? ¿En Atocha?
CHUSA.— Pues sí, en Atocha. ¿Y eso qué mismo da, si es en Atocha o no es en Atocha?
ELENA.— Nada, mujer, es por saber. En Atocha. Este pantalón es muy bonito, me lo tienes que dejar algún día. (Saca del armario y se prueba un pantalón de Chusa.) En Atocha.
CHUSA.— Sí, en Atocha. Montamos en el tren, una detrás de la otra. Antes hay que sacar los billetes. (Elena la mira sin entender por qué le dice esa tontería. Chusa le ayuda a hacer un hueco en su armario y a colocar sus ropas, probándose algunas que le gustan.) Bueno, mira: vamos primero a Algeciras, y para eso cogemos el tren en Atocha. Y luego allí, un barco nos cruza en dos horas.
ELENA.— En el barco me mareo. Yo enseguida lo echo todo.
CHUSA.— Mientras no te dé colitis a la vuelta, te puedes marear y vomitar lo que quieras. Está la barandilla del barco puesta a una altura a propósito, y el mar ni se entera. Te pones en la cola, y hala.
ELENA.— Yo me pongo malísima.
CHUSA.— Si no es nada. Dos horas. No te das ni cuenta. Es peor el tren, que es un latazo. Tarda como doce horas.
ELENA.— ¿Tanto?
CHUSA.— Es un mogollón de tren; está lleno de moros, huele mal... Seguro que nos encontramos a alguien conocido en él, basquilla. Pero tampoco hay que dar mucho cante, que están los trenes últimamente fatal; a la mínima de cambio, como te fumes un canuto, ya la has hecho. Por eso nosotros, suavito. Nos compramos unos bocatas para comer algo en el viaje, y a las diez o así de la mañana llegamos. Sale de aquí a las diez de la noche y llega allí a las diez de la mañana. Doce horas, lo que te digo. Luego, en Algeciras vamos rápido, a ver si podemos pillar el barco de las diez y media o el de las doce, como mucho. Llegamos a Ceuta y nos vamos directamente a la estación de autobuses y a Tetuán. Allí cogemos otro autobús, y a Chagüe, que es un pueblecito rodeado de tres montañas, muy bonito, como esos que salen en las películas, con los techos así redondos, todo blanco, precioso.  
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