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EL TEATRO ESPAÑOL ANTERIOR A 1936
El teatro español del primer
tercio de siglo se reparte, a grandes rasgos, en dos frentes:
- El teatro
que triunfa, continuador, en gran parte, del que imperaba a finales
del XIX. En tal línea se sitúan:
-
Una comedia burguesa, con Benavente y sus seguidores, en la que
hay, a veces, tolerables atisbos de crítica social.
-
Un teatro en verso, neorromántico y
con aportaciones formales del Modernismo, de orientación tradicionalista.
-
Un teatro cómico, con predominio de
un costumbrismo igualmente tradicional.
- El teatro
que pretende innovar, sea aportando nuevas técnicas, sea adoptando
nuevos enfoques ideológicos, o ambas cosas a la vez. En esa dirección se
hallan:
-
En la primera generación, las experiencias teatrales de
algunos noventayochistas o coetáneos.
Caso especial, dentro de la misma generación, es el de Valle-Inclán.
-
Más tarde, nuevos impulsos renovadores, debidos a las vanguardias y a la generación del 27. La obra dramática de Lorca será síntesis y cima de las inquietudes teatrales del
momento.
-
Y por los años 30, Jardiel
Poncela intenta la renovación del teatro cómico (se estudiará en el teatro
de posguerra).
1.- EL TEATRO QUE TRIUNFA
1.1.- La comedia benaventina
Jacinto Benavente (1866-1954) es la figura más representativa de
las posibilidades y limitaciones del momento. Tuvo un comienzo audaz con El
nido ajeno (1894), sobre la situación opresiva de la mujer casada en la
sociedad burguesa. Los jóvenes inquietos aplauden su carga crítica y, a la vez,
lo saludan como un renovador del lenguaje teatral. Pero la comedia fue un
fracaso: tuvo que retirarse del cartel ante la indignación del público.
Se vio entonces Benavente ante un
dilema: mantener la carga crítica y verse rechazado, o aceptar los límites
impuestos. Al fin, escogería lo segundo. En efecto, el tono va atemperándose en
sus obras siguientes: La noche del sábado (1903), Rosas de otoño
(1905)… Sigue retratando, en general, a las clases altas, con sus
hipocresías y convencionalismos; sabe que al público burgués le gusta sentirse
criticado hasta cierto punto, que se cuida de no traspasar. Y así, no sólo es
tolerado, sino aplaudido.
Sus obras se mantendrán en la
línea de la llamada “comedia de salón”, salvo algunas. La excepción más notable
es Los
intereses creados (1907), su obra maestra.
También intentó el drama rural. Y aquí, su mayor éxito
sería La Malquerida (1913), sobre una devastadora pasión incestuosa.
En esa segunda década de siglo,
la fama de Benavente ya se ha consolidado. Le corresponde el haber barrido los
residuos del drama posromántico, proponiendo un teatro sin grandilocuencia, con
una fina presentación de ambientes cotidianos. Destacan su habilidad escénica,
su ingenio y la fluidez de sus diálogos. Nos los alejan, en cambio, ciertas
caídas en el sentimentalismo y el lastre que su obra debe a los
condicionamientos citados.
La línea benaventina se prolonga
en los años 30 e incluso en la posguerra, con figuras como Juan Ignacio Luca de Tena, Joaquín Calvo Sotelo, etc.
1.2. El teatro en verso
Lo que a principios de siglo se
llamaba “teatro poético” combinaba
resabios posrománticos con rasgos del
estilo modernista (el verso sonoro,
los efectos coloristas…).
Todo ello iba asociado a una
ideología tradicionalista que
responde exaltando los ideales nobiliarios y los grandes hechos del pasado.
Incluso formalmente, hay cierta voluntad de emular el teatro del Siglo de Oro.
De los cultivadores de esta
línea, pocos merecen recordarse:
-
Francisco
Villaespesa (1877-1936) es autor de poemarios de un modernismo fácil y
superficial. Sus dramas son ejemplos de aquella mirada a las glorias pasadas;
títulos como El alcázar de las perlas (1911), Doña María de Padilla (1913)…
-
Eduardo Marquina
(1879-1946) alternó también la lírica y el teatro. Cosechó grandes éxitos
de público con inevitables dramas históricos, como Las hijas del Cid (1908), En
Flandes se ha puesto el sol (1911), su obra más famosa, o Teresa
de Jesús (1933), etc. Son obras compuestas como una sucesión de
estampas, con frecuentes fragmentos líricos que recuerdan las “arias” de ópera.
-
Dentro del teatro en verso –aunque con diferencias de
enfoque- cabe situar las obras escritas en colaboración por los hermanos Machado. También se inspiraron
en personajes históricos, como Juan de Mañara (1927), sobre el
famoso donjuán sevillano que se convirtió en asceta. Otras obras son de tema
moderno, como La Lola se va a los puertos (1929), sobre una bella “cantaora”,
encarnación del alma andaluza, que desdeña a los señoritos y otorga su amor a
un guitarrista que simboliza al pueblo.
1.3. El teatro cómico
Serán sobre todo dos géneros: la comedia costumbrista y el sainete. Los tipos y ambientes castizos
habían inspirado a los sainetes de Don Ramón de la Cruz, en el siglo XVIII, o
el “género chico” del XIX (de finales de siglo son zarzuelas como La
verbena de la Paloma o La Revoltosa). Tal es la línea que
prolongan los Quintero o Arniches.
-
Los hermanos
Álvarez Quintero, Serafín (1871-1938) y Joaquín (1873-1944), llevan a
escena una Andalucía tópica y sin más problemas que los sentimentales. Para
ellos, todo el mundo es bueno y reina la gracia salerosa. De su extensa
producción, sobresalen los sainetes y “juguetes cómicos en un acto”, o ciertas
comedias que vienen a ser “sainetes en tres actos”. Obras como El
patio (1900), El genio alegre (1906), Las de Caín (1908), etc.
-
Carlos Arniches (1866-1943)
ha merecido mayor interés de la crítica. Dos sectores presenta su producción.
De una parte, los sainetes de ambiente madrileño, interesante por un habla
castiza en parte creada por el autor y en la que se basa la gracia del diálogo.
En cambio, los ambientes y tipos (chulapos y chulapas) no escapan a cierto
convencionalismo. Títulos como: El santo de la Isidra (1898), Los milagros
del jornal (1924), La chica del gato o Don Quintín el amargao.
Su otra
vertiente, dominante a partir de 1916, es lo que él llamó “tragedia grotesca”, tímido pero interesante intento de un género
nuevo. Son obras en las que se funden lo risible y lo conmovedor. Ejemplo de
ello es La señorita de Trevélez (1916), sobre una sangrante broma de
unos señoritos provincianos. La visión social alcanza cierta agudeza en Los
caciques (1920).
-
En un nivel de inferior calidad –no de éxito-, cabe
situar el género cómico llamado “astracán”
(o astracanada), cuyo creador fue Pedro
Muñoz Seca (1881-1936). Son piezas descabelladas, sin más objetivo que
arrancar la carcajada, pero no puede olvidarse un título como La
venganza de don Mendo (1918), parodia de dramas románticos y
neorrománticos y, de rechazo, del teatro en verso de aquellos años.
2.- EL TEATRO QUE PRETENDE INNOVAR
2.1. Autores de las dos primeras
generaciones de siglo:
La primera generación del siglo:
-
Unamuno
cultivó el teatro como un cauce más para presentar los conflictos humanos que
le obsesionaban. Estamos, pues, ante dramas de ideas, con un diálogo denso y
sin concesiones a las exigencias escénicas. No era un teatro que podía
triunfar. Destaquemos dos títulos: Fedra (1911) y El otro (1927).
-
Azorín hizo
tardíamente unos experimentos teatrales que iban en la línea de lo irreal y lo
simbólico. Angelita (1930), sobre su obsesión por el tiempo, y su obra más
interesante, Lo invisible (1928), trilogía integrada por un prólogo y tres
piezas independiente (La arañita en el espejo, El segador y
Doctor Death de 3 a 5), unidas por el
sentimiento de angustia ante la muerte.
-
Jacinto Grau (1877-1958)
constituye un caso aparte. Se dedicó exclusivamente al teatro, un teatro
“distinto”, denso, culto, que despertó interés en París, Londres, Berlín… y
fracasó en España. Su obra, poco extensa, se interesa por grandes mitos o temas
literarios. Parte del Romancero en El Conde Alarcos (1930), trata el
tema de Don Juan en Don Juan de Carillana (1913)
y El
burlador que no se burla (1930) o interpreta de forma personal la
parábola evangélica en El hijo pródigo (1918). Pero su obra
maestra es El señor de Pigmalión (1921).
-
Valle-Inclán (en la siguiente entrada)
La segunda generación del siglo:
-
Ramón Gómez de
la Serna (1888-1963) pionero del Vanguardismo, dentro de su ideal de un
“arte arbitrario”, escribió piezas polarmente distintas de lo que se podía ver
en las tablas y que, en su mayoría, se quedaron sin representar. Era, como él
mimo dijo, un teatro escrito para “el que no quiere ir al teatro”. Entre 1909 y
1912, compuso obras como La Utopía, El laberinto, Teatro en soledad.
En 1929 estrenó Los medios seres, cuyos personajes aparecen con la mitad del
cuerpo totalmente negra, como símbolo de la personalidad incompleta,
parcialmente realizada y parcialmente frustrada.
2.2. Teatro de la Generación del 27
La “Generación del 27” no es sólo
el grupo poético.
Tres facetas destacaremos en la
dramática de la generación:
a)
Una depuración del teatro poético
b)
La incorporación de las formas de vanguardia
c)
El propósito de acercar el teatro al pueblo
Estas facetas pueden confluir en
ocasiones: el ejemplo máximo es García
Lorca (libro).
-
Rafael Alberti
había estrenado antes de la guerra dos obras muy distintas. Una, El
hombre deshabitado (1930), de tipo surrealista. La otra obra, Fermín
Galán (1931), sobre un héroe republicano fusilado, representa su giro
hacia una literatura comprometida. Alberti seguirá cultivando un teatro
político, cuya obra más importante es Noche de guerra en el Museo del Prado (1956).
También en el exilio cultiva otras líneas dramáticas en las que sobresale El
adefesio (1944).
-
Miguel
Hernández, tras un auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve, 1934,
cultiva un teatro social con ecos de Lope y cuyo mayor acierto es El
labrador de más aire (1937). Ese mismo año se entrega aun teatro de
combate, piezas breves destinadas a representarse en el frente: Teatro
de guerra…
-
Alejandro Casona
(1903-1965) es un dramaturgo puro. Se reveló con el premio “Lope de Vega”
otorgado, en 1934, a La sirena varada, ingeniosa y
poética, a la que sigue Otra vez el diablo (1935), en la que
confirma su personal combinación de humor y lirismo. Continuó su producción en
el exilio, con títulos como: La barca sin pescador, los árboles mueren de
pie, La dama del alba…
-
Max Aub
(1903-1972) es un importante dramaturgo. Entre 1923 y 1935 escribe, como él
dice, “comedia de vanguardia”. Fue un pionero de la frustrada revolución
escénica. Su tema central es la incapacidad del hombre para comprenderse, para
comprender la realidad y para comunicarse: así obras breves como Una
botella o largas como Narciso. Pero sus obras más
importantes son las del exilio. Desgraciadamente no pudo ser conocido en su
momento en España.
- Federico García Lorca
Entre 1930 y 1936 escribe las
obras dramáticas en que se cimenta su fama universal. Además, desde 1932 dirige
“La Barraca”, grupo de teatro universitario que, con el apoyo del gobierno
republicano, recorre los pueblos de España representando obras clásicas.
Su trayectoria poética se inicia
con El
maleficio de la mariposa (1919) y termina con La casa de Bernarda Alba (1936).
La 1ª estrenada en 1920 fue un verdadero fracaso.
Entre estas 2 obras, sus
composiciones pueden agruparse según diversos criterios: obras de carácter
vanguardista, obras centradas en la tierra granadina, teatro simbolista y
modernista…, pero su teatro más auténtico lo compondrán:
Bodas de sangre (1933) se
basa en un hecho real: una novia que se escapa con su amante el mismo día de su
boda. Se trata de una pasión que desborda barrearas sociales y morales, pero que
desemboca en tragedia: el novio mata al amante y mueren ambos. El verso se
mezcla con la prosa, dando origen a momentos muy intensos.
Yerma (1934) es el drama
de una mujer condenada a la infecundidad en una sociedad en la que la
maternidad es indicio de realización de una mujer, frustrada por el deseo de
ser madre y la incomprensión del marido, lo asesina.
Doña Rosita la soltera o el
lenguaje de las flores (1935) es un drama sobre la espera inútil del
amor. Lorca se asoma ahora a la situación de la mujer en la burguesía urbana, a
la soltería de las señoritas de provincias y a marchitarse como las flores.
La casa de Bernarda Alba (1936)
auténtica culminación del teatro lorquiano. Una madre, que recientemente ha
quedado viuda, lucha por conservar la castidad de sus hijas frente a la
libertad exigida por ellas. Esta lucha entre libertad y autoridad acabará
trágicamente en muerte.
En todas ellas la mujer ocupa un
puesto central.
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