A
los pocos días de llegar a Madrid, Andrés se encontró con la sorpresa
desagradable de que se iba a declarar la guerra a los Estados Unidos. Había
alborotos, manifestaciones en las calles, música patriótica a todo pasto.
Andrés
no había seguido en los periódicos aquella cuestión de las guerras coloniales,
no sabía a punto fijo de qué se trataba. Su único criterio era el de la criada
vieja Dorotea, que solía cantar a voz en grito, mientras lavaba, esta canción:
Parece mentira que por unos mulatos
estemos
pasando tan malitos ratos;
a
Cuba se llevan la flor de la España,
Y
aquí no se queda más que la morralla.
Todas
las opiniones de Andrés acerca de la guerra estaban condensadas en este cantar
de la vieja criada.
Al
ver el aspecto que tomaba el asunto y la intervención de los Estados Unidos,
Andrés quedó asombrado.
En
todas partes no se hablaba más que de la posibilidad del éxito o del fracaso.
El padre de Andrés creía en la victoria española; pero en una victoria sin
esfuerzo; los yanquis, que eran todos vendedores de tocino, al ver a los
primeros soldados españoles, dejarían las armas y echarían a correr.
Los
periódicos no decían más que necedades y bravuconadas: los yanquis no estaban
preparados pera la guerra; no tenían ni uniformes para sus soldados. En el país
de las
máquinas
de coser, el hacer unos cuantos uniformes era un conflicto enorme, según se
decía en Madrid. Andrés llegó a creer que había alguna razón para los
optimismos.
Días
antes de la derrota encontró a su tío Iturrioz en la calle. -¿Qué le perece a
usted esto? -le preguntó.
-Estamos
perdidos.
-¿Pero
si dicen que estamos preparados?
-Sí,
preparados para la derrota. Sólo a ese chino que los españoles consideramos
como el colmo de la candidez se le pueden decir las cosas que nos están
diciendo los periódicos.
-Hombre,
yo no veo eso.
-Pues no hay más que tener ojos en la cara y
comparar la fuerza de las escuadras. Tú, fíjate: nosotros tenemos en Santiago
de Cuba seis barcos viejos, malos y de poca velocidad; ellos tienen veintiuno, casi
todos nuevos, bien acorazados y de mayor velocidad. Los seis nuestros, en
conjunto, desplazan aproximadamente veintiocho mil toneladas; los seis primeros
suyos, setenta mil. Con dos de sus barcos pueden echar a pique toda nuestra
escuadra; con veintiuno no van a tener sitio donde apuntar.
-¿De
manera que usted cree que vamos a la derrota?
-No a la derrota, a una cacería. Si alguno de
nuestros barcos puede salvarse, será una gran cosa.
Andrés
pensó que Iturrioz podía engañarse; pero pronto los acontecimientos le dieron
la razón. El desastre había sido como decia él: una cacería, una cosa ridícula.
A
Andrés le indignó la indiferencia de la gente al saber la noticia. Al menos él
había creído que el español, inepto para la ciencia y la civilización, era un
patriota exaltado, y se encontraba que no; después del desastre de las dos
pequeñas escuadras en Cuba y en Filipinas, todo el mundo iba al teatro y a los
toros tan tranquilo; aquellas manifestaciones y gritos habían sido espuma,
humo, nada.
ACTIVIDADES
1.- Resume con tus palabras la canción de Dorotea.
2.- ¿Qué opinaba el padre de Andrés y la mayor parte de los españoles sobre la guerra y los Estados Unidos?
3.- ¿Qué opinaba Andrés?
4.- ¿Los acontecimientos a quién le dan la razón?
5.- Indica dos aspectos de los españoles que Baroja pretende criticar en este texto.
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