viernes, 17 de noviembre de 2017

OTROS POEMAS DE ANTONIO MACHADO.





 A UN OLMO SECO

  Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.



  ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

  No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

  Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

  Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

ACTIVIDADES

1.- ¿Cómo es el árbol que se describe?
2.- ¿Qué espera de la primavera?
3.- ¿Por qué quiere anotarlo en su cartera?
4.- ¿Se podría relacionar con su situación personal?
5.- Partes del texto.

Proverbios y cantares (XXIX)

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

“SAETA”

¿ Quién me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
Saeta popular

 ¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!


1.-  ¿Qué dos Cristos se oponen en el poema? ¿Qué simboliza cada uno de ellos?

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Yo voy soñando caminos 
de la tarde. ¡Las colinas 
doradas, los verdes pinos, 
las polvorientas encinas!... 
¿Adónde el camino irá? 
Yo voy cantando, viajero 
a lo largo del sendero... 
-la tarde cayendo está-. 
"En el corazón tenía 
"la espina de una pasión; 
"logré arrancármela un día: 
"ya no siento el corazón". 

Y todo el campo un momento 
se queda, mudo y sombrío, 
meditando. Suena el viento 
en los álamos del río. 

La tarde más se oscurece; 
y el camino que serpea 
y débilmente blanquea 
se enturbia y desaparece. 

Mi cantar vuelve a plañir: 
"Aguda espina dorada, 
"quién te pudiera sentir 
"en el corazón clavada".
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LLANTO DE LAS VIRTUDES Y COPLAS POR LA MUERTE DE DON GUIDO

Al fin, una pulmonía 
mató a don Guido, y están 
las campanas todo el día 
doblando por él: ¡din-dan!

Murió don Guido, un señor 
de mozo muy jaranero, 
muy galán y algo torero; 
de viejo, gran rezador.

Dicen que tuvo un serrallo 
este señor de Sevilla; 
que era diestro 
en manejar el caballo 
y un maestro 
en refrescar manzanilla.

Cuando mermó su riqueza, 
era su monomanía 
pensar que pensar debía 
en asentar la cabeza.

Y asentóla 
de una manera española, 
que fue casarse con una 
doncella de gran fortuna; 
y repintar sus blasones, 
hablar de las tradiciones 
de su casa, 
escándalos y amoríos 
poner tasa, 
sordina a sus desvaríos.

Gran pagano, 
se hizo hermano 
de una santa cofradía; 
el Jueves Santo salía, 
llevando un cirio en la mano 
—¡aquel trueno!—, 
vestido de nazareno. 
Hoy nos dice la campana 
que han de llevarse mañana 
al buen don Guido, muy serio, 
camino del cementerio.

Buen don Guido, ya eres ido 
y para siempre jamás... 
Alguien dirá: ¿Qué dejaste? 
Yo pregunto: ¿Qué llevaste 
al mundo donde hoy estás?

¿Tu amor a los alamares 
y a las sedas y a los oros, 
y a la sangre de los toros 
y al humo de los altares?

Buen don Guido y equipaje, 
¡buen viaje!... 
El acá 
y el allá, 
caballero, 
se ve en tu rostro marchito, 
lo infinito: 
cero, cero.

¡Oh las enjutas mejillas, 
amarillas, 
y los párpados de cera, 
y la fina calavera 
en la almohada del lecho! 
¡Oh fin de una aristocracia! 
La barba canosa y lacia 
sobre el pecho;  
metido en tosco sayal, 
las yertas manos en cruz, 
¡tan formal! 
el caballero andaluz.


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