AÑOS
40: POESÍA EXISTENCIAL Y RELIGIOSA
a)
Poesía desarraigada
“Hombre”
de Blas de Otero,
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser y no ser eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
b) Poesía arraigada
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser y no ser eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
b) Poesía arraigada
DEL PASTOR CIEGO, QUE ABRIÓ SUS OJOS A NUEVA VIDA (De
Nuevo retablo de Navidad)
(L.Rosales)
Sentí decir ¡Belén! y un
inseguro
empuje me arrastró; quedé un
momento
sin poder respirar; pálido y lento
volví a palpar el muro y tras
el muro
el roce de un testuz, súbito
y duro,
me hizo pasmar; después sentí
un violento
temblor de carne y labio, el
movimiento
gozoso de la gente y un
oscuro
miedo dulce a volver; seguí
avanzando
y resbalé en la paja; ya
caído
toqué el cuerpo de un niño,
yo quería
pedirle ver y me encontré
mirando
sintiéndome nacer, recién
nacido,
juntó al rostro de Dios que
sonreía.
AÑOS 50: POESÍA SOCIAL
RÉQUIEM (José Hierro)
Manuel del Río, natural
de España, ha fallecido el
sábado
11 de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D'Agostino
Funeral Home. Haskell. New
Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las 9,30 en St. Francis.
Es una historia que comienza
con sol y piedra, y que
termina
sobre una mesa, en
D'Agostino,
con flores y cirios
eléctricos.
Es una historia que comienza
en una orilla del Atlántico.
Continúa en un camarote
de tercera, sobre las olas
—sobre las nubes— de las
tierras
sumergidas ante Poseidón.
Halla en América su término
con una grúa y una clínica,
con una esquela y una misa
cantada, en la iglesia de St.
Francis.
Al fin y al cabo, cualquier
sitio
da lo mismo para morir:
el que se aroma de romero,
el tallado en piedra o en
nieve,
el empapado de petróleo.
Da lo mismo que un cuerpo se
haga
piedra, petróleo, nieve,
aroma.
Lo doloroso no es morir
acá o allá...
Requiem aeternam,
Manuel del Río. Sobre el
mármol
en D'Agostino, pastan toros
de España, Manuel, y las
flores
(funeral de segunda, caja
que huele a abetos del
invierno)
cuarenta dólares. Y han
puesto
unas flores artificiales
entre las otras que
arrancaron
al jardín... Liberame domine
de morte aeterna... Cuando mueran
James o Jacob verán las
flores
que pagaron Giulio o
Manuel...
Ahora descienden a tus
cumbres
garras de águila. Dies irae.
Lo doloroso no es morir
dies illa acá o allá;
sino sin gloria...
Tus abuelos
fecundaron la tierra toda,
la empaparon de la aventura.
Cuando caía un español
se mutilaba el Universo.
Los velaban no en D'Agostino
Funeral Home, sino entre
hogueras,
entre caballos y armas.
Héroes
para siempre. Estatuas de
rostro
borrado. Vestidos aún
sus colores de papagayo,
de poder y de fantasía.
Él no ha caído así. No ha
muerto
por ninguna locura hermosa.
(Hace mucho que el español
muere de anónimo y cordura,
o en locuras desgarradoras
entre hermanos: cuando
acuchilla
pellejos de vino derrama
sangre fraterna). Vino un día
porque su tierra es pobre. El
Mundo,
Liberame Domine, es patria.
Y ha muerto. No fundó
ciudades.
No dio su nombre a un mar. No
hizo
más que morir por diecisiete
dólares (él los pensaría
en pesetas). Requiem
aeternam.
Y en D'Agostino lo visitan
los polacos, los irlandeses,
los españoles, los que mueren
en el week-end.
Requiem aeternam.
Definitivamente todo
ha terminado. Su cadáver
está tendido en D'Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
por su alma.
Me he limitado
a reflejar aquí una esquela
de un periódico de New York.
Objetivamente. Sin vuelo
en el verso. Objetivamente.
Un español como millones
de españoles. No he dicho a
nadie
que estuve a punto de llorar.
AÑOS 60: REALISMO CRÍTICO.
JAIME GIL DE BIEDMA
CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA
Poemas póstumos (1968)
¿De qué sirve, quisiera yo
saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más
negro
que mi reputación —y ya es
decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de
bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo
vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil,
cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a
ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de
los bares
últimos de la noche, los
chulos, las floristas,
las calles muertas de la
madrugada
y los ascensores de luz
amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el
espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si
te increpo,
te ríes, me recuerdas el
pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no
tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu
desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de
treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho
soñoliento
—seguro de gustar— es un
resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con
tus ojos
de verdadero huérfano, y me
lloras
y me prometes ya no hacerlo.
¡Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya
tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo
soy débil
y que eres débil cuando me
enfurezco...
De tus regresos guardo una
impresión confusa
de pánico, de pena y
descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el
resentimiento
de volver a sufrir, otra vez
más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la
cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de
impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados,
vacilando
de alcohol y de sollozos
reprimidos.
¡Oh innoble servidumbre de
amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
IDILIO
EN EL CAFÉ (J. Gil de Biedma)
(Compañeros
de viaje, 1959)
Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos —qué latido
de la sangre en los párpados— y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.
No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con ojos vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel.
NO VOLVERÉ A SER JOVEN
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella queríauno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
ÁNGEL GONZALEZ
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
................................
Alga quisiera ser, alga enredada,
en lo más suave de tu pantorrilla.
Soplo de brisa contra tu mejilla.
Arena leve bajo tu pisada.
Agua quisiera ser, agua salada
cuando corres desnuda hacia la orilla.
Sol recortando en sombra tu sencilla
silueta virgen de recién bañada.
Todo quisiera ser, indefinido,
en torno a ti: paisaje, luz, ambiente,
gaviota, cielo, nave, vela, viento…
Caracola que acercas a tu oído,
para poder reunir, tímidamente,
con el rumor del mar, mi sentimiento.
MUERTE EN EL OLVIDO
Yo sé que existo
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...
SIEMPRE LO QUE QUIERAS
Cuando tengas dinero regálame un anillo.
cuando no tengas nada dame una esquina de tu boca,
cuando no sepas qué hacer, vente conmigo,
pero luego no digas que no sabes lo que haces.
Haces haces de leña en las mañanas
y se vuelven flores en tus brazos.
Yo te sostengo asida por los pétalos,
como te muevas te arrancaré el aroma.
Pero ya te lo dije:
cuando quieras marcharte ésta es la puerta:
se llama Ángel y conduce al llanto.
AÑOS 70: LOS NOVÍSIMOS
ENCUENTRO CON EZRA POUND
Antonio Colinas
debes ir una tarde de
domingo,
cuando Venecia muere un poco
menos,
a pesar de los niños
solitarios,
del rosado enfermizo de los
muros,
de los jardines ácidos de
sombras,
debes ir a buscarle aunque no
te hable
(olvidarás que el mar hunde a
tu espalda
las islas, las iglesias, los
palacios,
las cúpulas más bellas de la
tierra,
que no te encante el mar ni
sus sirenas)
recuerda: Fondamenta Cabalá,
hay por allí un vidriero de
Murano
y un bar con una música muy
dulce,
pregunta en la pensión
llamada Cici
donde habita aquel hombre que
ha llegado
sólo para ver gentes a
Venecia,
aquel americano un poco loco,
erguido y con la barba muy
nevada,
pasa el puente de piedra,
verás charcos
llenos de gatos negros y
gaviotas,
allí, junto al canal de aguas
muy verdes
lleno de azahar y frutos
corrompidos,
oirás los violines de
Vivaldi,
detente y calla mucho
mientras miras:
Ramo Corte Querina, ése es el
nombre,
en esa callejuela con
macetas,
sin más salida que la de la
muerte,
vive Ezra Pound.
Canto X
Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe
que en el norte de Hispania alguien manda grabar
en piedra un verso suyo esperando la muerte.
Este es un legionario que, en un alba nevada,
ve alzarse un sol de hierro entre los encinares.
Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida,
a cuerno requemado, a humeantes escorias
de oro en las que escarban con sus lanzas los bárbaros,
Un silencio más blanco que la nieve, el aliento
helado de las bocas de los caballos muertos,
caen sobre su esqueleto como petrificado.
Oh dioses, qué locura me trajo hasta estos montes
a morir y qué inútil mi escudo y mi espada
contra este amanecer de hogueras y de lobos.
En la villa de Cumas un aroma de azahar
madurará en la boca de una noche azulada
y mis seres queridos pisarán ya la yerba
segada o nadarán en playas con estrellas.
Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta
sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan
en brazos de la muerte la vida que soñaron.
No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo,
que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria.
Oh dioses, cómo odio la guerra mientras siento
gotear en la nieve mi sangre enamorada.
Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos
se clavan en los ojos de otro herido que escucha:
Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio.
De "Noche más allá de la noche"
POESÍA POSTERIOR A LOS 80: Múltiples tendencias.
Luis García Montero (Poesía de la experiencia)
No importa si has dormido
poco o mucho,
los espejos de hotel nunca
perdonan
y son como animales de
montaña
que no aceptan el trato de los
hombres.
La luz de los espejos
familiares
se apiada de nosotros, sin
embrago,
nos ayuda a fingir, y por
afecto
o por costumbre llega a
perdonarnos.
Yo sé que los espejos son el
agua
estancada de un río que se
mueve.
Y he visto cómo el sol que
reverbera
puede ocultar el cieno de las
sombras.
Pero quien mira al fondo de
sus ojos
ve las grietas del tiempo, las arañas
de un pasado que surge de
improviso
en mañanas de hotel y nos
ofende.
Para qué contestar. Cierra
los ojos,
porque no hay otra cosa que envejezca
peor que tu mirada.
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