miércoles, 20 de diciembre de 2017

RECITAL POÉTICO SOBRE MIGUEL HERNÁNDEZ

INTRODUCCIÓN

Como dijo Pablo Neruda: Recordar a Miguel Hernández, que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen!

PRIMEROS POEMAS

Nacido en el seno de una familia humilde y criado en el ambiente campesino de Orihuela, de niño fue pastor de cabras y no tuvo acceso más que a estudios muy elementales, por lo que su formación fue autodidacta. Miguel Hernández empieza a escribir poemas aproximadamente hacia 1925. Su principal fuente de inspiración es el entorno en el que vive: la huerta, su patio, la montaña, las cabras, el pastoreo, el río, etc. Miguel aprovecha cualquier ocasión para escribir. Incluso tiene que esconderse de su padre, a quien le molesta esa afición poética de su hijo.

1      Carta a los oriolanos. 1931.
En este poema sueña con ser poeta y se dirige a sus convecinos oriolanos pidiéndoles ayuda a través de una carta escrita mientras pastorea cabras. El estilo es harto rústico pero ya apunta gracejo y capacidad para la rima. (Guillermo)

2      Canto a Valencia.
Siguiendo la tendencia regionalista de sus primeros poemas nos encontramos con Canto a Valencia. Ha de entenderse no como un canto a esta ciudad sino a su región, la actual comunidad valenciana, de la que alaba todos los tópicos al uso, el paisaje exuberante, sus mujeres, los palmerales y el gusto por  la dinamita, entre otras cosas. (Barrantes)

3      Romancillo de mayo.
En este poema nos muestra cómo con la llegada de la primavera toda la naturaleza se inflama en amores: mozos, mozas y sobre todo una caterva sin fin de diferentes animales que desfilan por este poema. (Abril)

PERITO EN LUNAS

Su primer volumen de versos, Perito en lunas (1934), está formado por 42 octavas reales en las que los objetos cotidianos y humildes son descritos con un hermetismo formal en el que trasluce claramente el magisterio gongorino.

4      Barril y borracho. (Pablo López)
De esta obra, dada la dificultad de su interpretación, hemos seleccionado tan solo el poema “Barril y borracho”. Es tal la complejidad de su poesía que cada poema se podría considerar una metáfora y adivinanza al mismo tiempo; en este caso, se refiere al vino desde que se pisa hasta que ya ingerido nos hace serpentear por las calles y tropezar contra sus esquinas.

IMAGEN DE TU HUELLA

5      Mis ojos sin tus ojos.
En este poema ya encontramos todos los rasgos formales y temáticos de su obra posterior, estamos ante un soneto amoroso en que el poeta vuelca toda su pasión en alcanzar el amor de su amada. (Héctor)

EL RAYO QUE NO CESA

En 1934 comenzó la que a la postre fue considerada su obra maestra y de madurez, El rayo que no cesa (1936), que inicialmente pensaba titular El silbo vulnerado. La vida, la muerte y el amor (éste como hilo conductor del poemario) son los ejes centrales de un libro compuesto mayoritariamente por sonetos y deslumbrante en su conjunto.
        
      6    Tengo estos huesos. (Pablo Campo)
En este soneto nos muestra su amor como la tabla que lo salvará del naufragio. Fijaos en el movimiento de vaivén del mar que consigue con la sabia utilización de las figuras retóricas.

7      Como el toro.
En estos años colabora con José Mª de Cossío en una enciclopedia sobre los toros. Encuentra en este animal un símil de su sufrimiento por amor como macho y de su sufrimiento por la muerte como ser humano. (Eguiño)

8       Elegía a Ramón Sijé.
Junto a los sonetos anteriores destaca alguna elegía como la dedicada a la muerte de Ramón Sijé, pseudónimo de José Marín, compañero de colegio y más tarde de letras de Miguel, escrita en tercetos encadenados y considerada una de las más importantes de la lírica española de todos los tiempos. El poema refleja la huella tan profunda y el dolor inconmensurable que le dejó su temprana muerte.

VIENTO DEL PUEBLO

En  1936 estalla la Guerra Civil y el poeta se incorpora al Ejército Popular de la República. Es nombrado Comisario de Cultura. En febrero de 1937 es destinado en Andalucía al "Altavoz del Frente". En marzo se casa con Josefina Manresa. Participa en el II Congreso Internacional de Intelectuales en Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia. Realiza un viaje a la URSS, formando parte de una delegación española enviada por el Ministerio de Instrucción Pública, para asistir al V Festival de Teatro Soviético. Se publica Viento del Pueblo..Durante la Guerra Civil cultivó la llamada poesía de guerra: su fe republicana se plasmó en una serie de poemas reunidos en Viento del pueblo (1937),

9      Vientos del pueblo
Ya en plena guerra canta el orgullo y el coraje de los diferentes pueblos de España, que no se resignan y stán dispuestos a luchar hasta la muerte. (Lucía)

10   Aceituneros.
El poema deuncia la injusticia en que vivían los trabajadores del campo, en este caso los aceituneros de Jaén, y su deseo  de que esta situación cambie. (Álvaro)

11   Niño yuntero.
A la par que en algunos poemas se enardece la lucha contra el fascismo, en otros, como en este, observamos el compromiso del poeta con las clases más desfavorecidas y la denuncia de las injusticias sociales, como en este caso el trabajo esclavo de un niño labrador. (Natalia)
12   Canción del esposo soldado.
En este poema el poeta soldado en medio de las trincheras recuerda a su esposa y al hijo que esperan y se siente un defensor del futuro que quiere ofrecerles a ambos.

EL HOMBRE ACECHA

También en este período concibe El hombre acecha (1939), que manifiesta su visión trágica de la contienda fratricida.

13   El herido.
Pocos poemas expresan de una forma más clara y directa el afán de libertad, que ha constituido uno de las aspiraciones fundamentales de su vida. (Amparo)

CANCIONERO Y ROMANCERO DE AUSENCIAS

En abril el general Franco declara concluida la guerra. Miguel intenta escaparse a Portugal, pero se lo impide la policía portuguesa y es entregado a la Guardia Civil fronteriza.
Mientras se hallaba en la cárcel escribió Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), donde hizo uso de formas tradicionales de la poesía popular castellana para expresar en un estilo conciso y sencillo su hondo pesar por la separación de su mujer y sus hijos y la angustia que le producían los efectos devastadores de la guerra.

14   Nanas de la cebolla.
Tras su paso por Huelva y Sevilla, en la prisión de Torrijos en Madrid, donde compone las famosas "Nanas de la cebolla". Es  un enternecedor poema que oculta en una hermosa nana la crueldad de la Guerra Civil Española y su realidad; es una caricia de versos que dedica, desde la cárcel, a su hijo al saber que el hambre apretaba y apenas comían algo más que pan ycebolla. (Celia)
                                                                                                                         
15   Guerra.
No estamos ante una visión sociológica o política del fenómeno de la guerra ni siquiera se trata de un poema partidista que pretenda enaltecer a la tropa, es más bien un acercamiento antropológico a esta; se nos presenta la guerra como una necesidad interior de desfogar una frustración interna, un fuego interno que, cuando no logra manifestarse a través del amor, conduce al odio y a  la destrucción.
16   Menos tu vientre.
Después de la guerra civil española, Miguel Hernández escribe, en la cárcel, el Cancionero y Romancero de Ausencias, entre los cuales figura éste, que enaltece el vientre femenino, como cuna de sus hijos y cobijo suyo.


17   Llegó con tres heridas.
Un poema tan corto, tan sencillo, tan vivo, sólo necesita  tres palabras para emocionarnos; ellas encierran los tres temas que invaden toda la poesía hernandiana: el amor, la muerte y la vida; (Santiago)

POEMAS ÚLTIMOS

   Puesto, inesperadamente, en libertad, es detenido de nuevo en Orihuela. En 1940 se le traslada a la prisión de la plaza de Conde de Toreno en Madrid. Es condenado a la pena de muerte. Más tarde la condena es conmutada por la de 30 años de prisión. En septiembre, es trasladado a la prisión de Palencia y en noviembre, al penal de Ocaña.

18   Un albañil quería.
  Estamos ante el humilde esfuerzo del hombre –del héroe que forja su propio destino-. Ahora Miguel opta por crear un personaje poético, el albañil que pretende erigir un edificio capaz de lo más leve pero que acaba construyendo su propia cárcel.


FINAL: En 1941 es trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante. Se manifiesta una grave afección pulmonar que se complica con tuberculosis.
   En 1942 muere en la enfermería de la prisión alicantina y es enterrado en el cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante. Contaba, a su muerte, con 31 años de edad.

 




























Alma de mis oriolanos
¡digo!...oriolanos de mi alma.
A vosotros me dirijo
desde esta carta "arrimada",
que escribo, teniendo por
mesa el lomo de una cabra,
en la milagrosa huerta
mientras cuido la manada,
tras saludaros lo mismo
que hacen todos en las cartas.
Y me dirijo a vosotros
para... para... para... para
(¡Ay! Perdonádme un momento.
Voy a echarle una pedrada
a la Luná que se ha ido
artera a un bancal de habas,
y el huertano dueño de ellas
me está gritando desgracias.
Bien. Ya la espanté). Prosigo:
¿Os decía?... ¡Ah, sí, sí...!. ¡Calla!
Que me dirijo a vosotros
(¡Rediós! ¡Otra vez la cabra
y el huertano que me grita!
Maldita sea la estampa
del animal que no quiere
que diga lo que empezaba.
¡"Luná"!. Ya se escapó). Sigamos.
Y me dirijo así, para
deciros que pienso hacer
con poesías de las dadas
a la luz y de las que están
sin ver la luz para nada
-que son bastantes- un libro.
¡Un libro, un libro! ¿os extraña?
Pues que no os extrañe. ¡Un libro!
Un bello libro que vaya
ilustrado por Penagos,
por Bartolazzi o Pedraza
y prologado por... ¡vamos!
por el primero que salga.
¿Qué me decís?... ¿Qué es locura?
¿Qué veis muy mal que lo haga?
¿Qué no puede ser? ¿Qué es mucha
mi presunción y mi audacia?
¿Qué me lo he creído...? ¡Cierto!
¡Me lo he creído! ¡Palabra!
Me he creído ser poeta
de estro tal que las nubes raya
y digno de contender
con Homero, con Petrarca,
con Virgilio, con Boscán,
con Dante y toda la escuadra
de clásicos que palpita
por ab-aeterno en las páginas...
-y a los que no conozco
más que de oídas... y gracias.
Me he creído que en mi mente
bullen imágenes claras
cual nuestro azul. - ¡Vaya símil!
Me he creído que de mi alma
la nube lechosa y pura
-¡Vaya fulgor de metáfora!-
puede dar continua lluvia
de versos de urdimbre mágica.
Me he creído... (Perdonadme,
que otra vez está en las habas
la "Luná" de mis pecados
y ahora no grita, no: rabia
el huertano. ¡"Luná"! ¡Toma!
¡Para que otra vez no vayas!)
Os repito: me he creído
Que ¡vamos!, que tengo pasta
de poeta. Que yo puedo
subir muy alto... sin alas.
Vosotros sabéis de sobra
lo que valgo. -¡Dios me valga!
Vosotros habéis leído
los versos que en las preclaras
-adjetivo muy usado,
pero pasa ¿verdad?, pasa
lo mismo que otros más viejos-
revistas de nuestra patria
chica, vengo publicando
con muchas y gruesas faltas
de prosodia y de sintaxis,
de ritmo y de consonancia,
en las que hay imitaciones
harto serviles y bajas,
reminiscencias y plagios
y hasta estrofitas copiadas.
Vosotros tras de leerlos
me habéis dicho: "Pastor, ¡vaya!
eres ya todo un poeta".
Y así, con toda mi alma
me lo he creído y con toda
ella, quiero imprimir para
la florida primavera,
cuando todo ríe y habla,
cuando todo sueña y trina,
cuando todo brilla y canta,
un libro que me dé ánimos
para seguir mi sonata
pastoril y me dé gozo
de unos pétalos de fama,
Oriolanos mis paisanos:
-dos hemistiquios que hermanan-
al deciros en mi mal
compuesta y rimada carta,
que pienso tejer un libro
con mis rimas poco gayas,

Hablaré más a las claras.
Que os pido, ¡eso es!, que os pido
una peseta - no falsa -,
un duro, ¡lo que queráis!
para poder ver mis ansias
satisfechas... ¿Me daréis
lo que si no me causara
vergüenza hasta de rodillas
os pidieran mis palabras...?
Confiando en que querréis
tener un artista - en mantas
o mantillas aún, y humilde
y modesto hasta Managua-,
se despide de vosotros,
anticipándoos las gracias,
este pastor a quien viene
a soltar cuatro guantadas
un huertano porque están
en un sembrado sus cabras.





















CANTO A VALENCIA

PARA CANTAR, Valencia, tu hermosura,
no empuño el arpa de oro
que Apolo tañe con experta mano;
sino el guitarro moro
que el áspero huertano,
el de jubón y polìcroma manta,
al expirar las tardes, en la puerta
de su barraca, pulsa, cuando canta
los melódicos aires de tu huerta.

¡Valencia...! ¡Orgullo mío!
¡Orgullo del que viera
en tu suelo feraz la luz primera!...
Tierra donde la luz radiosa y brava
se desborda de un sol de oros sutiles,
y donde nunca acaba
de ahitarse el florecer de los abriles.
Sembradora incansable
de nardos y azucenas,
de lirios blancos y claveles rojos
de penetrante aroma,
y de hembras deslumbrantes y morenas
que llevan en las venas y en los ojos
el ardor de las hijas de Mahoma.

Tierra de fiestas, de parranda y flores,
de naranjos y albahacas,
de bailes al compás de los tambores
y de alberas barracas
habitadas por recios labradores,
que cantan con primor de ruiseñores
y ríen con estrépitos de tracas.
Madre de la ciudad alicantina:
la de la tersa mar esmeraldina,
llena de blancas plumas
de risueñas gaviotas,
de nácares de velas y de espumas
y músicas de crespas olas rotas.
Madre de ese Alicante
que unge el Mediterráneo palpitante
y que te ofrenda en sus esplendorosos
dominios, con mil pueblos industriosos,
la sin par hermosura
de la vega de Oleza
que junto a Murcia empieza
y hasta el mar azulenco se dilata,
y que huella el Segura
describiendo, gentil, eses de plata;
y Elche, con su gran bosque de palmeras
de arcos temblantes y de tronco hirsuto,
siempre bajo las crenchas altaneras
como perlas mostrando el áureo fruto.
¡Elche! Que la mañana cristalina
del Domingo de Ramos, ilumina
los templos milenarios
que truenan en sus hondos campanarios,
con la palma arrogante,
arqueada en un ático vaivén,
como si viera de nuevo la triunfante
entrada del Rabí en Jerusalén,
y que tiene una lira alta y segura,
con una enorme cuerda en cada rama,
en la Palmera mágica del Cura
siempre tronando en himno por la <Dama>.

…............................................................................

Para cantar Valencia tu hermosura,
no empuño el arpa de oro
que Apolo toca con experta mano;
sino el guitarro moro
del trovador huertano.
El árabe instrumento,
que al dejarlo como un ave en el nido,
del arbusto pulido
donde lo hallé, sobre la florescencia,
oigo que dice con dulzón acento,
al rozar su cordaje el limpio viento:
¡Salve! ¡Salve, Valencia!...

 















Romancillo de Mayo

(Miguel Hernández - Joan Manuel Serrat)

Por fin trajo el verde Mayo
correhuelas y albahacas
a la entrada de la aldea
y al umbral de las ventanas.

Al verlo venir se han puesto
cintas de amor las guitarras,
celos de amor las clavijas,
las cuerdas lazos de rabia,
y relinchan impacientes
por salir de serenata.

En los templados establos
donde el amor huele a paja,
a honrado estiércol y a leche,
hay un estruendo de vacas
que se enamoran a solas
y a solas rumian y braman.

La cabra cambia de pelo,
cambia la oveja de lana,
cambia de color el lobo
y de raíces la grama.

Son otras las intenciones
y son otras las palabras
en la frente y en la lengua
de la juventud temprana.

Van los asnos suspirando
reciamente por las asnas.
Con luna y aves, las noches
son vidrio de puro claras;
las tardes, de puro verdes,
de puro azul, esmeraldas;
plata pura, las auroras
parecen de puro blancas
y las mañanas son miel
de puro y puro doradas.

Campea Mayo amoroso;
que el amor ronda majadas,
ronda establos y pastores,
ronda puertas, ronda camas,
ronda mozas en el baile
y en aire ronda faldas...

Barril y borracho.

Octava XXVII
Bailada ya la vid, se anilla y moja
sucesiones de círculos con aros,
vientres que ordeña el puño en cubos claros
por un sexo sencillo que se afloja.
Y la inseguridad por dentro roja,
traducción apagada de los faros,
con interpretaciones serpentinas,
equivocando pies, consulta esquinas.



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,

que son dos hormigueros solitarios,

y son mis manos sin las tuyas varios

intratables espinos a manojos..

 

No me encuentro los labios sin tus rojos,

que me llenan de dulces campanarios,

sin ti mis pensamientos son calvarios

criando nardos y agostando hinojos.

 

No sé qué es de mi oreja sin tu acento,

ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,

y mi voz sin tu trato se afemina.

 

Los olores persigo de tu viento

y la olvidada imagen de tu huella,

que en ti principia, amor, y en mí termina.

 

 

 

 

 

 

 

Tengo estos huesos hechos a las penas

y a las cavilaciones estas sienes:

pena que vas, cavilación que vienes

como el mar de la playa a las arenas.

 

Como el mar de la playa a las arenas,

voy en este naufragio de vaivenes,

por una noche oscura de sartenes

redondas, pobres, tristes y morenas.

 

Nadie me salvará de este naufragio

si no es tu amor, la tabla que procuro,

si no es tu voz, el norte que pretendo.

 

Eludiendo por eso el mal presagio

de que ni en ti siquiera habré seguro,

voy entre pena y pena sonriendo.

 

 

 

 

 




Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.





































































ELEGÍA

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.





























Vientos del pueblo me llevan

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
















ACEITUNEROS

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.










































NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.





            **************


















CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


















EL HERIDO

I
(...)

II

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.


MIGUEL HERNÁNDEZ, El hombre acecha, (1938-39)


















NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.








GUERRA

Todas las madres del mundo,
ocultan el vientre, tiemblan,
y quisieran retirarse,
a virginidades ciegas,
el origen solitario
y el pasado sin herencia.
Pálida, sobrecogida
la fecundidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.
Alarga la llama el odio
y el amor cierra las puertas.
Voces como lanzas vibran,
voces como bayonetas.
Bocas como puños vienen,
puños como cascos llegan.
Pechos como muros roncos,
piernas como patas recias.
El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja contra los ojos
súbitas espumas negras.

La sangre enarbola el cuerpo,
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.
La sangre recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
Las flores se desvanecen
devoradas por la hierba.
Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
desposarse, poseerse
de una terrible manera.

Desaparecer: el ansia
general, creciente, reina.
Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica,
un mito de patrias: una
grave ficción de fronteras.
Músicas exasperadas,
duras como botas, huellan
la faz de las esperanzas
y de las entrañas tiernas.
Crepita el alma, la ira.
El llanto relampaguea.
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con tinieblas?

Pasiones como clarines,
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser,
destruirse, piedra a piedra.
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas.
Espuelas. Espadas locas
abren una herida inmensa.

Después, el silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirugía,
mutilado de tristeza.
El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un vientre tenso, suena
detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.
















Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.




































Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.







































Un albañil quería... No le faltaba aliento.
Un albañil quería, piedra tras piedra, muro
tras muro, levantar una imagen al viento
desencadenador en el futuro.

Quería un edificio capaz de lo más leve.
No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería!
Piedras de plumas, muros de pájaros los mueve
una imaginación al mediodía.

Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos,
con un poder más alto que el ala de los truenos
iban brotando muros lo mismo que aletazos.
Pero los aletazos duran menos.

Al fin, era la piedra su agente. Y la montaña
tiene valor de vuelo si es totalmente activa.
Piedra por piedra es peso y hunde cuanto acompaña
aunque esto sea un mundo de ansia viva.

Un albañil quería... Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento.



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